Lejos del ruido de los coches, donde las luces de la ciudad
dejan paso a la intimidad de la luz de luna, en noche fría o calurosa, ¿Qué más
da?. Nos gusta el asiento de atrás.
Y es que hay veces que, aún teniéndolo todo, queremos más.
Más adrenalina, motivación, nerviosismo, intriga, impaciencia, ilegalidad,
morbo… ¡Queremos asiento de atrás!
Porque el asiento de atrás tiene tanto de juventud, de
noviazgo y de locura, que nos hace rejuvenecer, al menos, diez años. Los
cristales empañados, los cuerpos fuera de control, el silencio de la noche hace
que el único que guíe sea el latir del corazón.
Corazón que palpita, loco. Voces entrecortadas que no dicen nada, que acompañan a movimientos bruscos y susurros. Dos cuerpos buscando la postura, un espacio que huele a sexo. Un coche, una noche y dos personas. ¡Cuántas historias puede contar el asiento de atrás!
Siempre nos ha gustado lo prohibido, lo público, la exhibición y la desinhibición.
Euphoria.
Corazón que palpita, loco. Voces entrecortadas que no dicen nada, que acompañan a movimientos bruscos y susurros. Dos cuerpos buscando la postura, un espacio que huele a sexo. Un coche, una noche y dos personas. ¡Cuántas historias puede contar el asiento de atrás!
Siempre nos ha gustado lo prohibido, lo público, la exhibición y la desinhibición.
Euphoria.
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