El ser humano es curioso por naturaleza, nos gusta ver, mirar, observar atentamente, imaginar, incluso.
Tal vez nos guste más imaginar que ver, y es que la imaginación tiene más poder que la Iglesia en el Vaticano. A menudo, estamos imaginándonos en otras situaciones, con otras personas, en otros lugares…
Pero, sin duda, lo que más nos gusta imaginar es lo que hay detrás de lo que sí vemos. Nos gusta ese escote que acelera la imaginación, nos gustan los “calzoncillos paqueteros”, nos gusta la ropa ajustada, el verano, la piscina, nos gusta imaginar la mirada que hay detrás de unas oscuras gafas de sol, imaginar que nos miran, nos desnudan sin tocarnos, que nos guiñan un ojo picarón.
Tal vez nos guste más imaginar que ver, y es que la imaginación tiene más poder que la Iglesia en el Vaticano. A menudo, estamos imaginándonos en otras situaciones, con otras personas, en otros lugares…
Pero, sin duda, lo que más nos gusta imaginar es lo que hay detrás de lo que sí vemos. Nos gusta ese escote que acelera la imaginación, nos gustan los “calzoncillos paqueteros”, nos gusta la ropa ajustada, el verano, la piscina, nos gusta imaginar la mirada que hay detrás de unas oscuras gafas de sol, imaginar que nos miran, nos desnudan sin tocarnos, que nos guiñan un ojo picarón.
Imaginamos el orgasmo que tendrá aquella rubia de la camiseta roja que pasea por la plaza, o que aquel moreno musculoso nos rodea con su cuerpo desnudo. Imaginamos calor, sudor.
Imaginamos besos apasionados, piernas en alto.
Imaginamos besos apasionados, piernas en alto.
Lo erótico tiene gran éxito porque deja camino libre a la imaginación y ésta puede hacerte estremecer sin manos.